El nuevo MoMA, el resultado de la gran expansión en la que el museo neoyorquino de arte moderno y contemporáneo lleva años trabajando, no saldrá gratis. Ni para la institución ni para sus visitantes. La ampliación, producto de la demolición del vecino Folk Art Museum y del uso de parte de un nuevo rascacielos adyacente diseñado por Jean Nouvel, ha supuesto 400 millones de dólares, a los que se sumará un coste extra: el cierre al público del museo durante cuatro meses. El hiato se extenderá entre el 15 de junio y el 21 de octubre, para facilitar la reorganización de los nuevos espacios del museo. Lo que significa que la oleada de turistas que desembarcan en Nueva York en el verano se quedarán sin uno de los principales atractivos culturales de la ciudad (y un refugio de aire acondicionado para el bochorno estival).
La expansión del MoMA no supondrá solo más espacio expositivo -3.700 metros cuadrados- sino una nueva forma de mostrar su colección, la más importante de arte moderno y contemporáneo del mundo. Las galerías ya no estarán separadas por disciplinas; el museo propondrá un relato cronológico de la historia del arte desde finales del siglo XIX en el que se mezclará pintura, escultura, diseño, fotografía o vídeo.
Según el museo, la nueva configuración vendrá acompañada de un mayor protagonismo de artistas y corrientes poco representadas, como el arte abstracto latinoamericano, mujeres y minorías. El ejemplo llegará con las exposiciones inaugurales, todas extraídas de la colección del museo, y que estarán encabezadas por ‘Sur moderno’, un repaso al arte abstracto latinoamericano basado en los grandes fondos que donó recientemente la coleccionista Patricia Phelps de Cisneros.
La ampliación del museo ha sido firmada por el estudio de arquitectos Dellier Scofidio + Renfro, con la participación de Gensler. En sus primeros pasos, el nuevo MoMA también acogerá a una institución vecina: el Studio Museum de Harlem, que residirá en el edificio mientras se acaba de construir su nueva sede.